La luz de la oscuridad, Jordi Marcet y Rosa Vila-Abadal
Por MJ. Sarmiento • 27 de abril, 2007 • Tema: ExposicionesDel 20 de abril al 8 de julio de 2007
Exposición: La Lum de la foscor (La Luz de la oscuridad)
obra cerámica de Jordi Marcet y Rosa Vila-Abadal
Muestra comisariada por: Fina Valldaura
Lugar: L’Albergueria, Centro de Difusión Cultural del Obispado de Vic
Carrer de l’Albergueria,1
08500 Vic (Barcelona) tlf/ 93 889 18 57
Horario: martes a viernes 16.30 a 19.30 h; sábados 11 a 14 h. / 16.30 a 19.39 h; domingos y festivos 11 a 12 h.
Dentro del ciclo Orígenes, se han programado por la Obra Cultural del Obispado de Vic, tres exposiciones: La Llum de la Foscor (de Jordi Marcel y Rosa Vila- Abadal) de la que aquí nos vamos a ocupar, a la que le seguirán La luz de la tierra de los mismos autores (programada para el otoño) y Paraíso (de Jorge Rojas-Golsack, programada para el verano), más dos conferencias (El Génesis a cargo de M. Grané, y La cerámica, vehículo de expresión contemporánea a cargo de Carme Collell, y una audición musical comentada (La Creación, de Haydn); exposiciones y actos que desde la primavera al otoño irán aconteciendo en la mencionada ciudad, a propósito de una reflexión sobre el Génesis.
«Gotas de luz salpican las piezas que caminan con el espectador hacia una mirada que todavía no ha nacido. / La no luz, las humedades, la aparición de la vida vegetal -los indicios- nos acompañan para intuir una vida humana que todavía no ha llegado a la plenitud; permanece incipiente» (…)
Con estas palabras comienza el encarte que presenta la exposición de Jordi Marcet y Rosa Vila-Abadal que abre el ciclo Orígens, una instalación que expresándose a través de la cerámica nos pre-dispone a reflexionar sobre los orígenes, bajo la pauta del relato bíblico del Génesis.
Entramos en la exposición. Estamos bajo la bóveda de piedra de la antigua alberguería, arropados en la penumbra y acompañados por las notas de las Variaciones de Elena Karandrov (compuestas para la banda sonora de La Mirada de Ulises). Las cerámicas creadas conjuntamente por Jordi y Rosa parecen flotar sobre un manto de fieltro que, como un pentagrama, recoge la cadencia atonal de un ritmo pausado. El espectador se encuentra en el recinto sumergido en una atmósfera de tranquilidad, mientras descansa la mirada en cada pieza estableciendo con el pensamiento una relación entre cada una de las cinco obras presentadas y las palabras extraídas del Génesis que a la entrada de la muestra se nos han sugerido:
Pero un manantial brotaba de la tierra y regaba toda la superficie del suelo
Gn. 2.6
Vista general de la exposición
Recibe al visitante, un monolito en el que se han dispuesto juntos y en vertical cuatro plafones cerámicos (80 x 80 cm cada uno) formando un único lienzo (la obra se ha colocado a partir de aproximadamente medio metro del suelo y se alza casi hasta la bóveda). Cada plafón está conformado a su vez por cientos de diminutas piezas cerámicas que, por acumulación, componen una masa compacta, en una cadencia de tonalidades oscuras de textura aterciopelada por un esmalte gresificado; entre los fragmentos oscuros, de modo aleatorio, se han insertado pequeños destellos de luz mediante otras piezas de igual medida y forma, esmaltadas con colores casi primarios (cada mural contiene precisamente cinco puntos de esos colores más llamativos, que sin repetirse salpican la oscuridad en lugares diversos). «La elección del número cinco –me explica Rosa Vila-Abadal, coautora de la obra- se utiliza en la numerología como símbolo de la sabiduría; el nº 5 es el número del ‘maestro’».
La presencia vertical, personalmente me sugiere una gran fuerza generadora de vida: la luz en la oscuridad donde explosiona el principio del Universo. Detrás del monolito, literalmente a su sombra, se ha dispuesto a poco más de un palmo del suelo un grupo de recipientes con agua, “vasos-bandeja” donde han brotando delicados tallos que anuncian el comienzo de la vida. La secuencia continua con dos bandejas de madera que, en un salto sincopado, se han elevado en altura para acercarnos a la mirada un grupo abigarrado de pequeñas flores, dispuestas como en un semillero (rojas trompetas de agua en una bandeja y azules en la otra). Los artistas utilizan estos dos colores como representación de lo material y lo espiritual (tierra/agua).
Detalles de las obras
La siguiente pieza de la composición es una bandeja situada a pocos centímetros del suelo, en la que mediante un volumen acromático se simula el movimiento de un campo de arroz mecido por el viento; sin embargo, una mirada más atenta descubre que en realidad lo que parecen hierbas son una representación surrealista de un campo, bajo la figuración de dedos únicamente femeninos (dedos de maniquí dispuestos como una masa vegetal), con cuyo significado o figuración plástica el espectador puede plantearse diversas especulaciones. Concluye el discurso compositivo con una última obra: un cuadro colgado (aparentemente suspendido en el aire), y materialmente construido por un rompecabezas de pequeños triángulos, representación abstracta de rostros humanos; caras diminutas y apretadas unas contra otras en un trencadís de cromatismo suave, en blanco y tonalidades pastel. Un cuadro que absorbe toda la luz en la resonancia de un acorde sostenido, como eco de reflexión social.
El discurso conceptual de la instalación emplea elementos de la naturaleza para expresarse. Se alimenta en el optimismo, y, encuentra la esperanza en el nacimiento de un hombre nuevo. Un hombre más completo que ha de surgir desde el cultivo de la espiritualidad, «de una reflexión artística y social nacida de nuestra realidad contemporánea», sin dejar de contemplar la realidad material de nuestro tiempo.